En los primeros días había en el reino de los andaluces
una ciudad. Había un fuerte castillo cuya puerta no era para entrar ni aún para
salir, sino para que la tuvieran siempre cerrada. Cada vez que un rey moría y
otro rey heredaba su trono, éste añadía con sus manos una cerradura nueva a la
puerta, hasta que fueron veinticuatro cerraduras, una por cada rey.
Entonces nombraron rey a un malvado que se adueñó del
poder, y en lugar de añadir una nueva cerradura quiso que las veinticuatro
restantes fueran abiertas para ver lo que había guardado en aquel castillo. Los
grandes señores le pidieron que no hiciera tal cosa y le escondieron el llavero
de hierro y le dijeron que añadir una cerradura era más fácil que romper
veinticuatro, pero él repetía: “Yo quiero ver lo que hay guardado en el
castillo”. Entonces le ofrecieron cuantas riquezas quisiera en rebaños, en
plata y en oro, pero él no quiso y abrió la puerta. Adentro estaban figurados
los ejércitos árabes en metal y madera, sobre sus rápidos camellos y potros.
Las patas delanteras de los caballos no tocaban el suelo y no se caían. El rey
al ver las figuras se asustó, y más aún por el orden y silencio porque todas
miraban a un mismo lado, y no se oía ni una voz ni una trompeta. Eso había en
la primera habitación del castillo. En la segunda estaba la mesa del rey
Salomón con ocultas propiedades capaces de serenar una tempestad y curar las
enfermedades.
En la última vieron grabada una letrero terrible. El
rey lo leyó y lo comprendió todo. Decía así: “Si alguna mano abre la puerta de
este castillo, los guerreros de carne que se parecen a los guerreros de metal y
madera de la entrada se adueñarán del reino”.
Contesta a las siguientes preguntas:
3.- ¿Cuántas cerraduras
tenía ya la puerta?
4.- ¿Por qué quiso el nuevo
rey abrir la puerta?
8.- ¿ Qué decía el letrero
de la última habitación?
9.- ¿Cómo podría titularse
esta leyenda?
Estas cosas sucedieron así. Antes de que tocara a su
fin, los árabes al mando de Tarik se apoderaron de esa fortaleza. Tarik derrotó
a ese rey y vendió a sus mujeres y a sus hijos y destruyó sus tierras.